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Tren al sur

Por Rodrigo Chávez

Soy un utopista, me gusta soñar como a muchas personas antes que a mí les gustó soñar, me gusta soñar que un mundo mejor es posible, me gusta soñar que algún día las distinciones por clase, raza o sexo dejarán de existir, me he llegado a definir como un utopista radical porque sé que mi capacidad de soñar a veces es mucho más alejada a lo que mis años de vida podrán ver, sin embargo sueño, y sueño porque es mi deber comprender y visualizar, aunque sea en las ideas, un mundo en el que todes somos felices.

Mi más grande sueño desde que comencé a pensar en la política es ver consagrado un proyecto mucho más ambicioso que el de Simón Bolívar, una Latinoamérica unida, completa sin excepciones, desde el desierto de Sonora hasta La Patagonia en Argentina, un eje político-económico y social que comparte raíces, problemas y cultura, sé que probablemente les internacionalistas comprendan estas complejidades más a fondo que yo, sin embargo estoy convencido de que el futuro está en el sur.

La visita del presidente argentino Alberto Fernández a México no es una visita diplomática cualquiera, es un coqueteo entre dos corrientes populares y dos ideologías políticas, en esencia, hermanas pero que en la práctica han optado por caminos distintos.

El peronismo es una corriente política argentina que busca la reivindicación de los pobres y de las causas sociales, que ha encontrado en Fernández un representante a la altura de las instancias del panorama político del sur continental. Posturas progresistas firmes en temas como la legalización del aborto le han dado su pase a la historia en el continente, y es que la marea verde argentina es el movimiento social más representativo de Argentina en mucho tiempo. Por su parte Andrés en los temas de feminismo y violencia de género parece no entender, o mejor dicho, no querer entender la urgencia que la agenda feminista tiene en el país con más feminicidios en el continente.

El lopezobradorismo parece quedarse muy corto en entender los posicionamientos que no provienen de la doctrina clásica del humanismo. El problema no es propiamente el humanismo, al contrario, es una gran corriente filosófica y política que ayuda a resistir los embates de la vida y a actuar con responsabilidad ante las complejidades que un sistema de desigualdad nos presenta. El humanismo es un medio para resistir a la individualidad desmedida que el capitalismo tardío nos presenta, pero en el punto histórico en el que nos encontramos tratar de aplicar sin mediaciones las doctrinas no solo es un error, es una necedad ortodoxa.

La visita de Fernández es un gran acercamiento con los países sureños, pero es imposible trazar ejes de apoyo y aprendizaje político cuando el progresismo de una corriente se contrapone a la ortodoxia de la otra, mientras el presidente argentino comprende y apoya el reclamo histórico de las mujeres el presidente mexicano las ha tachado de conservadoras y ha rechazado en diversas ocasiones el feminismo por su postura “humanista”, la ortodoxa manera de comprender la política por parte de Andrés ha puesto sobre la mesa diversos problemas para el avance pleno de los derechos humanos. Si bien la 4T es esencialmente progresista sus contradicciones son a veces, no pocas, bastante difíciles de sortear.

Imaginar una cuarta transformación en la que sea una sola escuela de pensamiento la reinante es bastante complejo, e incluso me atrevo a decir que sería un error, mientras el humanismo no sea capaz de resolver, explicar y proponer alternativas a todos los problemas y que, siendo sinceros, nunca lo será, es imposible tratar de maquinar soluciones desde ahí. No digo que otras escuelas como la estoica o la economicista sean mejores o tengan mejores propuestas, porque de la segunda hemos visto como no solo no consigue resolver sino que acentúa problemas estructurales, creo que debemos apostarle a la pluralidad, es ahí en donde podemos recobrar la dignidad de todes.

El feminismo ha puesto sobre la mesa temas importantes y esenciales a analizar, así como lo ha hecho el zapatismo y el indigenismo. No podemos construir un proyecto que ignore estas ideas o propuestas, al contrario, deberíamos sumarlas íntegras sin la necesidad de pasarlas por un proceso de blanqueamiento “humanista”.

Espero que la visita y el acercamiento con el presidente argentino deje más que su participación en la mañanera y la ceremonia de huésped distinguido. Me gustaría que dejara en Andrés la idea de pluralidad y de entendimiento simbiótico desde otras perspectivas.

Sigo soñando con una Latinoamérica unida, de libre tránsito y con cooperación plena en aspectos mucho más allá de lo económico. Sueño con que la tierra de Villa y el Che sean realmente hermanas, sueño con un bloque nutrido, fuerte y autosuficiente, porque, como lo dijo Alberto Fernández: “LATINOAMÉRICA TIENE UN FUTURO”

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