Se quiebra por el centro
Por Rodrigo Chávez
Por décadas hemos escuchado en los países considerados tercer mundo o periféricos, para ser más precisos con las definiciones contemporáneas, sobre el indómito populismo y el riesgo antidemocrático que representa apoyar o siquiera pensar en esto como una solución a las deplorables condiciones de vida que generaron en nuestras tierras los modelos neoliberales.
Cuidado con ese candidato que es un populista se nos gritaba desde lo alto de un estribillo colonial y moral que suponía superioridad; ¿qué no ven cómo está Venezuela y Cuba? se nos repetía desde los canales del duopolio televisivo reinante en el país.
Miremos mejor a Francia, que es quien inventó la democracia, suspiremos a las botas de los Estados Unidos que son el sistema democrático más viejo del mundo, deseemos primeros ministros como Justin Trudeau porque mira las series gringas de moda como Gilmore Girls en lugar de aquellos incómodos que de pronto te ponen una guaracha o que hablan con acento apuntaba de manera magistral la doctora Dresser en donde se podía.
Sin embargo el mundo cambia y los momentos políticos, nunca estáticos nos han ido demostrado que aquel velo colonial con el que veíamos a los países centro se ha quedado corto para ocultar la mierda que se guarda en dichas naciones. De pronto se dejó de tachar de populistas a los representantes de izquierda latinoamericanos y dejo de ser un ‘problema bananero’ como apunta Majluf para matizar entre ‘populismo de derecha y de izquierda’.
La idea de que todo populista aspira a ser Hugo Chávez les golpeó la frente a los intelectuales orgánicos del neoliberalismo cuando Donald Trump, Jair Bolsonaro, Juan Guaido y algunos otros personajes (principalmente americanos) irrumpieron en el escenario político. Para muchos fue una respuesta ‘natural’ a los gobiernos de izquierda populista y para otros (los más clasistas) fue un problema que no era de la democracia porque Europa estaba a salvo.
Pero, ¿cuál es el hito seguro de esa supuesta democracia centralista y todopoderosa que viene a salvarnos del malvado comeniños populismo? ¿Francia y Marine Le Pen? ¿España y Ayuzo? ¿Italia y Giorgia Meloni? O quizá el aliado americano de todas ellas, Trump. No quizá el alfil que mantiene a salvo la democracia y la libertad en Latinoamérica, Javier Milei.
Hemos visto cómo la izquierda francesa ganó las elecciones parlamentarias pero al mismo tiempo vimos como se entregó la presidencia del parlamento a una macronista dispuesta a darle el poder antes a Le Pen que a Jean-Luc Mélenchon por estimar a la fascista menos peligrosa que al populista.
Vimos al pueblo argentino entregarle los votos necesarios al ‘loco Milei’ porque era más democrático que el populista de Sergio Massa y porque Milei, con su locura, resolvería la inflación y la pobreza, ¿los resultados? a la vista.
Vimos hace unos días como Donald Trump esquivó, literalmente, una bala para continuar y allanar su camino a la presidencia de los Estados Unidos mientras vemos un partido demócrata perdido y sin posibilidades de dar frente al millonario vinculado a proceso por múltiples delitos.
Vimos a los seguidores de Trump aparecer con una oreja tapada como si de una secta se tratase pero no vimos titulares diciendo que son estupidos o que son fácilmente manipulables, vimos a Trump besar indumentaria de bomberos para ‘despedirse’ de un fan asesinado en el ataque dirigido hacia él pero no vimos a los intelectuales decir que era una especie de chamanismo o de creencia poco científica y en consecuencia despreciable.
La idea de la democracia como un modelo que sostiene la relación entre el capitalismo y la fase neoliberal a través de las urnas parece empezar a morir. Si bien la presión primera vino de la periferia siendo latinoamérica con sus gobiernos populistas y el África con sus guerras de liberación, todo indica que es el centro el que ha empezado a quebrarse.
Vemos en Europa una creciente fuerza ultranacionalista con tintes de abierto neofascismo, vemos un Israel (considerado por occidente como la única democracia de oriente medio) cometer un genocidio y encima celebrarlo como si de aguna gracia se tratase, vemos a los Estados Unidos sumidos en una crisis de drogas y de violencia que no va a disminuir y aún hay quienes quieren convencernos que es a lo que debemos aspirar
Gracias a esos intelectuales pero yo me quedo con mi Colombia con justicia social, con mi Brasil que disminuye la pobreza y generaliza derechos y con mi México cuya 4T ha logrado sacar a 5.4 millones de la pobreza en solo seis años, que occidente se quede con sus vicios y se implosione, la periferia ya tomó rumbo y de ésta no nos bajan.
