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Probar la evidente

Por Rodrigo Chávez

Uno de los principales retos del conocimiento es probar lo evidente, superar la idea de que las cosas que percibimos son y han sido así desde siempre, que no tienen motivación o que, de algún modo mágico, solo suceden. Este problema lo enfrentó la filosofía cuando habló sobre el pensamiento, la física cuando tuvo que explicar la gravedad, la sociología cuando habló de división del trabajo y lo enfrenta cotidianamente el derecho.

 

Reflexiono respecto a esto porque en el juicio llevado a cabo en Nueva York contra Genaro García Luna parece que no se consigue decir nada que no sea “evidente”. ¿Nexos con el crimen organizado? Claro que los tiene, él y Calderón, es evidente. ¿Corrupción? Es hasta cínico decir que no pero, ¿basta con que sea evidente?

 

Los defensores del calderonato y de la guerra contra el narcotráfico dicen que nada ha probado el juicio, que se recae en lugares comunes e incluso el Reforma dijo que todo son “oídas” casi como olvidando el detalle de que el sistema de justicia inglés no es como el sistema romano en el que tiene que haber pruebas. En el comun law basta convencer al jurado de que se violaron las buenas costumbres sociales para poner la pena.

 

El problema de lo evidente es que probarlo se vuelve casi imposible si no existe una intención de quien escucha de aprender o de descubrir lo que ha sucedido. Cuando hablamos desde México de la relación de las fuerzas del Estado con el crimen organizado tendemos a creer que esa condición es dada, que de algún modo “así es México y siempre ha sido así”. Esta idea no es más que la derrota de la esperanza y la utopía. Desde luego que no culpo a los ciudadanos de pensar de esta manera, es una forma de no comernos tanto la cabeza y de poder sobrevivir.

 

Los responsables de esta idea de imposibilidad de cambio son quienes hoy se sientan en los banquillos de acusados de los Estados Unidos a rendir cuentas por los daños hechos a la sociedad gringa llevandoles drogas pero no pesa sobre ellos ninguna acusación por la sangre que en suelo mexicano, ese que juraron proteger, derramaron. Son ellos quienes quieren convencernos de que todo es como es y nada puede hacerse.

 

Poner a prueba lo evidente nos lleva entonces a descubrir que lo que llamamos realidad es cuando menos una construcción endeble sobre los hechos que a nuestro alrededor ocurren. ¿Y si no es necesaria una guerra contra las drogas? ¿Y si tal vez la corrupción en los altos niveles de gobierno no es inevitable?

 

La construcción de la realidad nacional atraviesa un momento clave, no se está enjuiciando a Genaro García Luna y ya; estamos frente a la posibilidad de cuestionar toda una visión de sociedad, de Estado y de administración pública. Un momento en el que podemos para y cuestionar si en realidad lo que llamamos evidente es algo que entendemos o si por el contrario solo estamos desconectando para no tener que asumir todo aquello que nos carcome la empatía y la vida misma.

 

No demos por sentado que los responsables de la espiral de violencia, del dolor, de la sangre y de generaciones marcadas por la guerra son “evidentes” atrevámonos a probar y comprobar esa evidencia y señalemos a los responsables empezando por Felipe Calderón.

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