Perfecta
Elsa Flores
Tengo el corazón de presa desbordando un par de ansiedades conforme recorre el segundero al mundo entero, hay una lista de cosas por hacer en mi libreta y yo admiro al sol que entra por la ventana, escribo poemas sobre lo que no sé sentir y esa lista sigue estando ahí. Por las noches llega el sentimiento desperdiciante del respirar la tormenta encontrando la luna que acompaña la crisis de madrugada, veo el reflejo de lo que se escapa del presente y me intento centrar en los ojos para saber qué hacer conmigo que no estoy del todo mal. Es eso lo que corre siempre detrás de mí, montándose sobre la cabeza y taladrando la esencia hasta volverla verbo, ser mujer es ser la perfección inexistente.
Un pilar de libros estoy leyendo junto con mil notas esparcidas por todos lados que no se les entiende por ser tierra del cielo convirtiéndose en infierno, y entre más me enamoro de las letras la realidad quiebra en mil las lágrimas que corren como río en la mar. Esa lista de cosas por hacer sigue ahí, ya he tachado unas y no logro tocar la perfección ni parándome de puntitas, tal vez si la alarma sonara más temprano pueda esparcir cada granito de mí, me falta tiempo. El reflejo hace que la lista sea cada vez más larga volviéndola alfombra donde me arrastro inundada.
Estoy tan lejos de empezar, parece que naufrago buscando la rutina que me deje la piel de porcelana, la ropa con la que me vea bien, las palabras correctas que no me harán quedar como tonta, el tiempo para darle a todos y la estabilidad que ya hace tiempo he perdido con el humo del tabaco. Estoy tan lejos de empezar que la huida en llamas deja el ocaso muerto.
Este trastorno me mantiene despierta en líneas, entre el tiempo y yo solo hay espíritu faltándole fuerza a su presencia. Espero un minuto antes de volver a la lista de cosas por hacer, soy tan exigente con cada una que el fracaso para mí es normal como sensación de la autodestrucción y la permanencia en el abismo. La euforia llega muda destejiendo el juramento que hice al no querer perder lo que soy aunque no sepa casi nunca quién soy, intento hacer que todo valga la pena.

Nunca estoy suficientemente delgada, ni suficientemente informada para opinar, siempre me falta algo que debí haber leído, escuchado u hecho. La limpieza de la casa no se acaba al igual que las charlas con mamá dónde solo habla ella y yo me siento a escuchar. Veo el árbol deshojarse, volverse cobija para mí en este constante vivir en busca de lo que todos quieren que logre y yo quiero dejar, pausar el tiempo una vida y sumergirme bajo el caos.
Mudo constantemente macetas de sentimiento plantados sin germinar, llevándolos a las estrellas para escuchar los grillos cantar, las noches son mías esperando el grito al túnel que dejé de lamer las ojeras moradas al ser una romántica esperando la luz porque sigue faltándome tiempo. Hay una lista de cosas por hacer en mi libreta y yo admiro al sol que entra por la ventana, escribo poemas sobre lo que no sé sentir y esa lista sigue estando ahí…
Se esconde la luna en el baile dónde hoy soy espectadora anhelando saber bailar, sabiendo que debo regresar temprano porque aún hay cosas que hacer, contando los días que vendrán para sentirme bien con una nueva lista por hacer que escribiré con las risas de lo que amo, dónde ya no tendré que intentar ser perfecta y ya no me esconderé en las montañas jamás.
