Los costos de independizarse
Por Ángel Estrada
Uno de los anhelos que compartimos en nuestra juventud temprana es poder salir de casa, independizarnos y vivir en un espacio propio, un espacio nuestro, donde gocemos de la privacidad y la comodidad que se va desvaneciendo en casa de nuestros familiares, a medida que pasan los años.
A veces el plan se adelanta, sobre todo para las y los estudiantes foráneos que deben migrar a las grandes ciudades donde se encuentra el campus universitario. Pero incluso encontrar lugares óptimos para residir, que se adapten a las necesidades de los estudiantes y que no demanden grandes cantidades de dinero en rentas es todo un desafío. Es muy pequeña la población estudiantil que tiene la capacidad de rentar todo un departamento (ya no digamos una casa) para sí sola; de hecho, la gran mayoría opta por crear pequeñas comunidades de entre 3 y 5 integrantes para poder solventar el precio de renta de uno; en muchos otros casos, de manera individual rentan el derecho a una habitación dentro de una casa o departamento, donde el precio usualmente cubre los gastos de servicios básicos e internet. Todo ello mientras reciben apoyo económico de sus familiares y/o cubren medias jornadas laborales que les permiten percibir ingresos, aunque esto último les genere un desgaste físico y mental por la combinación de las cargas escuela-trabajo. No está de más mencionar que, una vez finiquitados sus estudios, muchos regresan al hogar de sus padres/familiares hasta llegada la plena independencia, algunos años después.
Pero en términos generales, independizarse puede ser un terrible y desgastante reto, porque básicamente no hay muchas oportunidades de hacerlo, o no al menos en el caso particular de la Ciudad de México.
Puede que desde la adolescencia, quienes tenemos el privilegio de estudiar una licenciatura, y previo a elegir nuestra carrera universitaria, hayamos pensado a largo plazo en algún momento, y definido como metas personales cursar de manera óptima la carrera, encontrar un buen trabajo e independizarnos a los 23-25 años; la verdad es que aquellas metas, sobre todo la segunda y la tercera, están muy alejadas de lo que la verdadera realidad nos ofrece, pues esta, como balde de agua fría, nos dice que i) “De los 15 millones de mexicanos con formación universitaria, 5.4 (millones) no ejercen y 3.3 (millones) están desempleados.”; y ii) “De los que sí trabajan en lo suyo, 38% ganan seis mil pesos mensuales”, según un estudio de la OCDE retomado por El Heraldo de México (2020). Es decir, como jóvenes estudiantes y/o egresados, nos enfrentamos al desempleo, a la precarización laboral y a salarios paupérrimos que ni en sueños permitirían costear la renta siquiera de una habitación medianamente cómoda, y ya no se diga de un departamento, y mucho menos en zonas céntricas de la ciudad.
Un estudio realizado por Dadaroom y retomado por El Financiero (2018), señala que en México la edad media promedio para independizarse es de 28 años con nueve meses. Subraya que en el caso de la Ciudad de México, donde el promedio de renta de una habitación es de 5,300 pesos, la edad para independizarse se eleva hasta los 30 años con un mes.
Dicho de otro modo, el primer factor que frustra la idea de salir de casa y rentar es la falta de oportunidades en el ámbito laboral, lo que incluye la precarización de los trabajos ofertados y un empobrecido poder adquisitivo. Si 38% de los profesionistas ganan en promedio 6 mil pesos mensuales y el costo promedio de una habitación es de 5,300 pesos, es impensable que se pueda cubrir el monto de esta. Se trataría de un suicidio económico, porque no solo hablamos de cubrir el costo de una renta, dado que empezar a vivir de manera independiente incluye conseguir de inicio una cama, quizá un microondas, y en adelante, recursos como limpiapisos, papel sanitario, detergente, etc. Y ni hablar de la comida. Simplemente no alcanza.
Un segundo factor que eleva los costos de vida en la Ciudad de México, y pone en una situación vulnerable no solo a los jóvenes, sino también a los habitantes de colonias populares y barrios de las zonas céntricas (y del poniente) de la ciudad, es el fenómeno de la gentrificación. La gentrificación es el proceso a través del cual las zonas urbanas que presentan cierto deterioro físico o visual —normalmente habitadas por un gran número de personas de bajos recursos—, son rehabilitadas a través de proyectos inmobiliarios de índole privada, provocando un aumento en el precio de las rentas y/o en el costo de vida. Así, los bienes y servicios se encarecen, lo que provoca el desplazamiento de las clases sociales bajas que habitaban dichas zonas hacia las periferias de la ciudad. Una vez semi vacíos, estos sitios “rehabilitados” son ocupados por las clases medias y altas, y con ellas llega también una red de grandes cadenas comerciales que terminan por desplazar o desaparecer los pequeños negocios, las pequeñas tienditas y locales. Un ejemplo de ello son las colonias Roma y Condesa, que todavía a mediados del siglo pasado eran habitadas por personas de bajos recursos, quienes fueron desplazados a otros lugares, dando paso a que hoy sean colonias habitadas por clases medias y altas.

Lo que provoca este fenómeno respecto a la juventud y sus planes de salir de casa, como ya se dijo, es el encarecimiento de las rentas en las zonas céntricas de la ciudad. Sin poder adquisitivo suficiente, sin trabajos estables y con pocas ofertas accesibles, nuestra opción, o a veces única alternativa, es desplazarnos hacia las periferias de la ciudad, a las orillas de la metrópoli, donde probablemente los costos de vida y las rentas sean menores, pero donde correremos el riesgo de terminar habitando en zonas de alto conflicto por la violencia y el crimen, donde será difícil caminar de noche sin miedo, o no hallaremos muchos comercios ni encontraremos el tipo de convivencia al que estuvimos acostumbrados toda la vida, o donde no habrá demasiadas opciones de movilidad que permitan desplazarnos con rapidez a nuestros centros de trabajo o escuelas, etc.
Al ingresar a sitios como inmuebles24.com o segundamano.com, donde hay una gran cantidad de departamentos en renta, uno conoce lo alto de los precios de renta en ciertas zonas de la ciudad. Por ejemplo, en la Benito Juárez van desde 9,000 pesos en adelante (conocí uno ofertado en once mil dólares en la Colonia Del Valle).
Las alcaldías Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Iztacalco, Iztapalapa y Tláhuac se han convertido en los sitios donde, para muchos jóvenes con planes de independencia, o población en general que busca alquilar un departamento, “peor es nada”. Y la verdad es que no debería haber problema alguno con habitar en estas regiones de la ciudad, pero los gobiernos de la ciudad y los gobiernos locales o han promovido en exceso la gentrificación en sus alcaldías, excluyendo y desplazando a la población de menos recursos (como en Benito Juárez, Coyoacán, Tlalpan, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Cuajimalpa y Álvaro Obregón), o no han implementado planes de desarrollo urbano suficientes para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, y hacer de sus calles lugares más seguros para vivir (las alcaldías del norte y oriente).
Nadie está en contra del desarrollo urbano y la mejora de las localidades, colonias, barrios, calles y zonas públicas de la ciudad, y al contrario, ¡es muy necesario! Pero tal desarrollo se puede implementar sin necesidad de desplazar y relegar a miles de personas a las orillas de la ciudad, sin incrementar exponencialmente los costos de vida y de alquiler.
Recapitulando, y para concluir, urgen leyes que vayan dirigidas a atacar ambos puntos aquí expuestos: por un lado, que terminen con la precarización laboral y nos brinden la certeza de que nuestros salarios no serán una burla, de que tendremos acceso a buenos empleos y se terminará la subcontratación a través de outsourcings que no hacen más que abusar del personal empleado; y por otro lado, que regulen la gentrificación y sus consecuencias, e impulsen un desarrollo urbano íntegro, sostenible e incluyente, en favor de la población joven y de quienes habitan barrios y colonias populares (hoy existe una amplia resistencia a la gentrificación en las colonias cercanas al centro histórico de la CDMX). Los abusos de las grandes inmobiliarias deben cesar, así como la complicidad de alcaldes y autoridades gubernamentales con estas.
También urge impulsar políticas de vivienda más accesibles para la población más joven y más pobre, prohibir el arrendamiento de sitios deteriorados que pongan en riesgo la vida de los eventuales inquilinos, así como ofertar acompañamiento jurídico asequible a quienes estén por rentar un inmueble, con el fin de evitar fraudes y/o estafas, pues estas prácticas abundan en una ciudad con miles de personas queriéndose establecer con desesperación.



