Las fuerzas armadas no están haciendo lo suficiente por frenar las violaciones a derechos humanos.
Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen
Las fuerzas armadas son cuerpos violentos. Sus interacciones con la ciudadanía y los presuntos delincuentes están marcadas por un trato duro y letal, que termina en serias violaciones a los derechos humanos, lo cual ha sido reconocido por instituciones internacionales como la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH).
De hecho, la CIDH ha emitido resoluciones vinculantes al gobierno mexicano para que establezca mecanismos permanentes que garanticen un actuar de las fuerzas armadas apegadas al derecho irrestricto a los derechos humanos, debido a que las fuerzas armadas mexicanas han estado implicadas en casos acreditados ante tribunales internacionales de tortura sexual, desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales.
Es indiscutible que las fuerzas armadas son cuerpos que violan derechos humanos. Adriana Ortega mostró en este ensayo que el ejército proporcionalmente comete más violencia psicológica y tortura física que al compararlo con la totalidad de las detenciones, lo que implica un uso desmedido de la violencia y una falta de respeto por el bienestar de la ciudadanía con la que entran en contacto.
Lo que es discutible, es los esfuerzos para corregir la violencia. Datacívica, Equis Justicia para Mujeres e Intersecta presentaron el informe Falsas Salvaguardas: Las capacitaciones de las fuerzas armadas en derechos humanos y género (2010-2019) en donde dan cuenta del esfuerzo que han tomado las administraciones federales para cumplir con los mandatos internacionales de diseñar mecanismos para reducir la violencia contra la ciudadanía. Los resultados son espeluznantes.
Frente a preguntas sencillas, como: ¿Qué tipo de capacitación llevan los miembros de la corporación?, ¿Cuántos miembros se han capacitado, a que áreas están adscritos, cuales es su rango y sexo?, ¿Cuánto ha gastado la corporación en capacitaciones? y ¿Cómo miden la efectividad de las capacitaciones? el ejército, la marina y la guardia nacional entregaron información incompleta, parcial y en algunos casos hasta contradictoria con la información que hacen pública en sus sitios web o que dieron como respuesta en otras capacitaciones.
Las fuerzas armadas fueron incapaces de decir cuáles eran los contenidos de las capacitaciones que tomaban en materia de derechos humanos y como esperaban que estos impactaran en su personal. Tampoco fueron capaces de presentar como es que las capacitaciones sirven para reducir las violaciones a los derechos humanos cometidos por los miembros de sus corporaciones. Peor aún, parece que ni siquiera tienen registros adecuados o activamente sabotean la evaluación externa, pues se contradijeron en múltiples ocasiones. Por ejemplo, aunque la UNAM dio capacitaciones a la Sedena en materia de derechos humanos, está no consideró necesario mencionarlo en una respuesta a una petición de transparencia, y en otra respuesta dio información que contradecía el convenio de colaboración con la universidad.
Si te interesa saber a profundidad todas las inconsistencias de las capacitaciones, debes leer el informe que compilaron Datacívica, Equis Justicia para Mujeres e Intersecta. Sin embargo, no olvides algo. No hay manera de saber que hacen las fuerzas armadas para mitigar la violencia arbitraria y excesiva. De nada sirve capacitar a personal si no hay mecanismos de supervisión civil y externa que evalúen constantemente el impacto de las capacitaciones, o los demás instrumentos que tienen las fuerzas armadas para reducir la violencia al interactuar con la ciudadanía.
Las fuerzas armadas seguirán en las calles otro sexenio más. Si están en las calles armados y sin control, serán una fuente de peligro más para los mexicanos.
