El precio de la palabra
Por Rodrigo Chávez
A lo largo de la vida es común que lleguemos a escuchar a gente mayor decirnos que la palabra es lo único que tenemos. Quizá esto pueda ser entendido de muchas y muy variadas formas, pero quiero compartir con ustedes lo que para mí significa La Palabra. Más allá de las aburridas y poco profundas definiciones de diccionario, la palabra es, en mi postura personal, mantenerse fiel, siempre fiel. Si unx da su palabra de hacer algo debe mantenerse fiel y hacer todo lo que está a su alcance para conseguir cumplir con dicha tarea, y cuándo alguien opta por hacer de la palabra su profesión debería imperar esta fidelidad para con uno y lxs demás; la escritora, el periodista, la columnista, el orador debe ser fiel a sus ideas, y una vez que da su palabra a prenda debe serse fiel.
Dedicarse a la palabra como profesión es mucho más un ejercicio de compromiso que de mera redacción, es decir, hilar ideas, plasmar las letras y ajustar el texto se vuelven meramente un vehículo que lleva dentro una parte de lo que somos, que llega a otres que pueden o no sentirse identificados, nos podemos convertir en portavoces de aquellos quienes nos leen semana a semana y eso conlleva o debe conllevar una responsabilidad mutua, les primerxs nos leen y llegan a replicar nuestras ideas o posiciones y nosotros debemos siempre de ser honestos con ellos, pues a final de cuentas es para ellas y ellos para quienes publicamos. No existe fundamento en publicar sino es para las otras personas, no hay honor en escribir lo que algunas personas quieren leer aún si eso nos cuesta la conciencia.
La palabra en este país, por desgracia, tiene un precio. Ha habido personas que han sido asesinadas por haber dicho algo que no debían, o por hablar de quien no se debe hablar. En el sexenio de Enrique Peña Nieto fueron asesinados en el país 47 periodistas, que en su mayoría investigaban la relación entre los grupos criminales y el poder político; estas y estos valientes periodistas se mantuvieron fieles a sí mismos y a su palabra, por desgracia tuvieron que pagar con sangre tal compromiso. De igual forma, al comienzo del nuevo sexenio nos enteramos por un documento presentado por el nuevo presidente que 36 periodistas se hinchaban los bolsillos a través de subsidios gubernamentales, más de mil millones de pesos fueron repartidos entre periodistas como Ricardo Alemán, Joaquín López-Doriga, Carlos Loret de Mola, Martha Debayle, Enrique Krauze y Callo de Hacha; mientras a unos el compromiso los llevaba en una vía de balas, secuestros, torturas y muerte, la falta de ese compromiso llevaba a los otros a lujos y ostentosidades inimaginables para la mayoría de nosotros.
Apenas hace unas horas se difundieron fotos de la demanda presentada por Emilio Lozoya, en la que se involucra a la periodista y columnista Lourdes Mendoza por haber recibido un bolso Chanel y el pago de la colegiatura de su hija para escribir notas a modo. Según el documento fotografiado, Luis Videgaray, secretario de hacienda y de relaciones exteriores en el pasado sexenio habría pedido a Lozoya comprar el bolso para entregarlo a la periodista para controlar lo que desde sus espacios en medios de comunicación masiva podría escribir; no tuvo que pasar demasiado tiempo para que la propia Lourdes tratara de desligarse tanto de Lozoya como de su declaración, echando por delante lo único que tenemos, la palabra.

El problema con la declaración de Lozoya es que de inicio quita toda valía sobre la palabra de Lourdes, pues con lo dicho por el exdirector de Pemex se podrían explicar los reportajes, entrevistas y columnas que aplaudían a Luis Videgaray y el sexenio de Enrique, como sucediera con Carlos Loret y Joaquín López-Doriga. La cercanía al poder terminó por manchar su pluma y hacer que sus letras no fueran más que un montón de tinta o pixeles sin nada que lo respalde. Cuando uno pierde ese compromiso de escribir lo que respalda porque lo cree y lo siente, entonces quienes leemos perdemos el compromiso de identificarnos, mucho más de continuar leyendo.
Cuando Carlos Loret de Mola decidió entrar al juego ilegal del montaje de Florence Cassez para cubrir a actores del sexenio de Calderón terminó perdiendo más que puntos de rating, perdió su veracidad, perdió la confianza de su público y eventualmente lo perdió todo, ya nada de lo que decía Loret podía ser tomado como cierto, pues saltaban a la cabeza las lamentables imágenes del teatro mediático. Cuando Joaquín López-Doriga aplaudía y elogiaba a Peña cada 15 de septiembre diciendo que se vivía en el Zócalo un ambiente de júbilo, mientras se escuchaba a través de los televisores cómo se le gritaba "¡asesino!", se realizaba la cuenta de los 43 normalistas o simplemente se escuchaban rechiflas de la gente presente en la plaza, veíamos también en televisión como la carrera de Joaquín comenzaba a hundirse poco a poco hasta tocar un fondo irreversible, tal es el desgaste de ambos que su televisora decidió desligarse de ellos antes de seguir perdiendo dinero y confianza en los televidentes.
Lo mismo pasa con Enrique Krauze que después de recibir millones de pesos con el gobierno Enrique Peña hoy le cobra los millones a Enrique Alfaro por blanquear su imagen, como lo hiciera en el mes de junio en el que aplaudió en twitter la represión de las fuerzas del estado de Jalisco contra manifestantes.
Hay que entender que una cosa es, por ejemplo, recibir un pago por lo que escribes, que es válido, pues a final de cuentas conlleva esfuerzo y tiempo, y otra cosa muy distinta es que alguien te pague por decir lo que quiere que digas, lo cual es inmoral, es ruín y es anti ético. Cuando la voluntad ideológica no está cimentada en valores e ideas, entonces la voluntad es un producto más en los anaqueles de aquellos quienes compran lo que sea; cuando en nuestras vidas vamos sin una idea clara de lo que pensamos, sentimos y defendemos entonces es sencillo que alguien pueda comprarnos mucho más que la mano de obra porque una cosa es militar en alguna zona del espectro político, defender la postura y la corriente de pensamiento, otra quizá más compleja pero válida es militar en un partido y escribir desde ahí, pero cuando uno va navegando con banderas de intachable apartidismo e incorruptible apolítica entonces hay de dos opciones, o uno no sabe ni quién es, o uno se está vendiendo.
La peor forma de perderse a uno mismo es abandonando todo lo que piensa y lo que tiene que gritarle al mundo por unos billetes, cuando un depósito de presidencia, una bolsa Chanel o contratos millonarios comienzan a resultar más tentadores que la posibilidad de verse al espejo con orgullo y poder mirarse a los ojos y confiar que la persona que se mira es coherente con la persona que lleva dentro, entonces la palabra tiene precio pero nunca más volverá a tener valor.
