Deshacernos de las relaciones en código masculino
Por Ankaret Alfaro
¿Cómo comenzamos un camino de lucha social sin saber cómo y de qué manera llevar nuestro proceso de deconstrucción? No es fácil cuando comenzamos a hacer un trabajo de introspección con nosotras mismas, pues no es sólo saber diferenciar lo que está bien de lo que está mal o de lo que es justo o no, sino reconocer y aprender a usar la empatía como herramienta para la crítica y el análisis personal, y aprender a evitar juzgarnos a nosotras mismas o a tener sentimientos negativos por lo que hayamos hecho o sido.
Cuando hablamos de deconstrucción, muchas mujeres piensan en seguida en el proceso de los hombres hacia la desaprensión machista (je), cosa que nos es ajena, pues considero que no es trabajo nuestro. Y en ese sentido, sabemos que es un proceso que sí nos concierne en el sentido de que está directamente ligado a nuestro trabajo como feministas y nuestras conductas como mujeres, comenzando en la esfera interpersonal, con nuestras amigas, nuestras familiares, con nuestras parejas. En ese sentido, la palabra “sororidad” últimamente corre riesgo de banalizarse, pues se ha estado utilizando para dirigirse a cualquier acción empática que tomemos con nuestras compañeras, decir que somos sororas sin realmente estarlo siendo por no conocer a fondo esta acción política, puede ser peligroso.
¿Cómo han cambiado nuestras relaciones con otras mujeres cuando desaprendimos a regir nuestra amistad bajo la heteronorma? Incluso con mujeres con quienes hemos tenido alguna relación afectiva o de pareja, porque justo cuando se tienen ese tipo de relaciones heteronormadas son una cosa sumamente violenta, jerárquica y de poder, pero este tipo de relaciones no son a las que quiero darle enfoque.
Me atrevo a afirmar, que en algún momento de nuestra vida hemos tenido conductas machistas, pues alguna vez hemos atacado a alguna otra mujer (de la forma que sea, en mayor o menor medida), hemos hecho comentarios misóginos, y en realidad es bastante complicado pues yo misma me encontré hablando de otras mujeres, juzgando y criticando de la misma manera que la hacen los hombres, y fue algo muy doloroso darme cuenta de lo que hacía y sobre todo del impacto que mis palabras y mis acciones tenían. Por su puesto tampoco se trata de latiguearnos y juzgarnos de manera que nos duela el doble, pues en realidad es algo que lamentablemente, como feministas, tenemos que vivir, no es nuestra culpa haber sido criadas en una cultura y familias machistas y patriarcales, en donde se normaliza la competencia y rechazo entre mujeres, y se nos enseña a vivir entorno al patriarcado y en busca de la aprobación masculina; pero ojo, que tampoco es cosa de justificarnos.
Una vez que hemos abierto los ojos ¿cómo desaprendemos esas conductas machistas que dañan a otras mujeres e incluso a nosotras mismas? Aprendiendo y trabajando desde el amor, la presencia, el apoyo, el perdón a las mujeres que nos dañaron, la comprensión a la mujer alienada, desde la empatía, tanto con nosotras mismas (importantísimo) como con nuestras compañeras, y posicionarnos en un lugar donde la crítica sea política y amorosa, no desde el juicio moral, tejiendo redes a partir de lo que compartimos y aprendemos. En ese sentido, también aprender a ser pacientes con nosotras, porque también se desatan miles de sentimientos encontrados al chocar con mujeres alienadas, al sentirnos mal por no poder sacarlas del dolor que viven, o al vernos reflejadas y rechazar o no reconciliarnos con esa mujer que fuimos, por lo que es un momento en el que comenzamos a sacar conductas que no benefician ni a ellas ni a nosotras reproduciendo el juicio y la crítica machistas que sólo generan tensión, corajes y frustraciones descuidando además nuestra salud mental, hay que aprender a entender que nuestros procesos son distintos y también aprender que no debemos cargar de forma maternal los problemas y errores de otras mujeres, es importante recordar que debemos priorizar el autocuidado, la fuerza y salud mental para poder brindarles ayuda, o compartir saberes y tejerse desde un lugar en el que nos sintamos cómodas y fuertes para justo, compartir esa fuerza desde el cariño y la paciencia.
Considero que justo aquí es que se encuentra la sororidad, ocupando su importante lugar y se observa el verdadero poder y valor político que tiene, aprendamos utilizarla y a despojarnos de las formas violentas de relacionarnos en código masculino y por otro lado deshacernos también de la idea romántica de que la sororidad es que todas vamos y tenemos que tener relaciones afectivas estrechas o de amistad.
Estamos en un proceso continuo de aprendizaje, por lo que no podemos juzgarnos a nosotras mismas y a las demás de una manera tan dura y violenta, debemos buscar reconciliación con la mujer que fuimos para posicionarnos desde un lugar comprensivo, empático y amoroso para relacionarnos con otras mujeres desde ahí, desde el lugar que nosotras aprendimos a construir para nosotras y ayudar a las demás a aprenderlo y a construirlo. Evidentemente no siempre estaremos de acuerdo con ellas, los debates y análisis contrarios son necesarios, pero hagámoslos fructíferos y funcionales posicionándonos desde formas de relacionarnos muy otras.
