Desechar estigmas: aborto y socorrismo
Por Ankaret Alfaro
Hace una semana salió la noticia acerca de la propuesta que presentó el PES (Partido Encuentro Social) en Nuevo León para la adición de un párrafo al artículo 4 de la Ley Estatal de Salud. El coordinador de tal partido, Juan Carlos Leal Segovia, alegó que existen colectivas que promueven e “inducen el mal e indiscriminado uso” del Misoprostol para inducir abortos, cosa que debe considerarse delictiva pues no debe permitirse “publicidad engañosa” sobre este tipo de medicamentos. (Yo creo el man no está enterado del manual de aborto seguro de la mismísima OMS).
Declaró que “Los abortos clandestinos no se acaban promoviendo su legalización, para acabar con el aborto clandestino urgen políticas públicas que beneficien a la mujer en embarazo vulnerable y se necesita políticas de acompañamiento y de protección a la mujer en esta etapa”
En la lógica de estas personas ultraconservadoras que están prácticamente a favor de la clandestinidad, tiene mayor valor la -potencial- vida de un embrión que la propia capacidad de decidir de las mujeres sobre nuestro cuerpo, pues para elles, es indispensable que las mujeres completen la tarea que nos ha asignado el Estado: de reproducirnos; por otro lado, la sociedad: de cumplir el rol de madres.
Hay una cosa bien misógina relacionada al sexo internalizada en el mundo: la libertad y normalidad con que los hombres se deslindan fácilmente del sexo sin fines reproductivos mientras que a las mujeres se nos prohíbe señala, etiqueta, y castiga por ejercer nuestra libertad sexual, y para terminar, no sólo obtenemos un castigo social, sino que tenemos que cumplir una condena en prisión por decidir sobre nuestras cuerpas y nuestras vidas.
En mi columna “Sociedades patriarcales antiguas: Los selk’nam y la ceremonia del Haín” menciono que:
“Hay algo fundamental y relevante sobre nuestra capacidad de reproducción, sobre todo, la de producir cuerpos diferentes a los nuestros, es por ello que cualquier especie necesita del sexo femenino para reproducirse, lo que conduce a querer tener un control respecto a esta capacidad, consecuentemente es llevado a la sociedad de manera en la que se empuja a las mujeres a una serie de tareas relacionadas con la reproducción y mantenimiento del grupo. Aunque esto es discutible, es indispensable tener alguna noción de algún antecedente que enmarque de raíz la diferenciación sexuada.”
Lo anterior, justo está relacionado con nuestro antiguo conocimiento sobre el sexo, anticoncepción y capacidad de controlar nacimientos y decisión sobre nuestras cuerpas; todo tiene que ver con el control clerical y social para pasar a ser una falta moral e involucionar como falta criminal, toda una cacería de brujas digna de tiempos de la insquisión.

Las prácticas abortivas, los métodos anticonceptivos, o provocar condiciones de esterilidad han existido desde las civilizaciones más antiguas; en el Papiro Ebers, que es uno de los tratados médicos más antiguos (hablamos del año 1500 a.n.e) se encuentran recetas para la interrupción del embarazo usando frutas y hierbas, y en tratados posteriores ya se usaban recetas para la anticoncepción, cosa que además de implicar acciones de autonomía, implicaba claro, controles de natalidad, autocuidado y priorizar nuestro cuerpo y nuestras vidas. Son prácticas que en realidad no se han perdido en lo absoluto, sino que, posteriormente se convirtieron en acciones reprobables ante la sociedad y pasaron (y mantenemos) en el silencio y clandestinidad. La clandestinidad existe desde que comienza la criminalización y nos convertimos en sujetas secundarias del parto, pues surgieron las prácticas médicas que priorizan la vida del producto sobre la vida de la mujer gestante.
Lo anterior sabemos cómo ha terminado: tabús y desinformación relacionados a nuestras cuerpas, el sexo y aborto, desconocimiento sobre nuestras cuerpas, una asquerosa y deficiente educación sexual que además el Estado pretende arrebatarnos, maternidades no deseadas, abusos sexuales normalizados, violencia obstétrica, muertes en abortos clandestinos, cultura de la violación, normalización de la irresponsabilidad paterna, cumplir condenas por decidir sobre nuestras cuerpas, y miles de etcéteras.
Para aquelles que pretenden desinformar a las mujeres que están llevando un embarazo no deseado y desean interrumpirlo: las mujeres feministas jamás pondríamos en riesgo la vida de las mujeres, al contrario, la priorizamos, el protagonista jamás será el producto, sino la vida de las mujeres; y ellas son mujeres feministas socorristas que además, llevan una práctica política, por lo que están capacitadas para acompañar y socorrer a esas mujeres desde el amor y el cuidado, además, el método del misoprostol ¡Es el mismo utilizado en clínicas legales de interrupción del embarazo! Y es muy seguro, y no, el aborto en casa no es lo mismo que un aborto clandestino en el que los métodos y las medidas de seguridad e higiene ponen en riesgo a las mujeres. Tan solo en Argentina, las socorristas lograron bajar la mortalidad materna en casi 20 mil acompañamientos en cuatro años (2014-2018).
Rescato una cita de la escritora y periodista Laura Rosso: “Un aborto feminista es el aborto acompañado, cuidado; es muy distinto abortar en la soledad de una camilla que en la compañía de una socorrista que te dice cómo tienes que tomar la medicación, qué te va a pasar, qué vas a sentir y a qué agentes del sistema de salud amigable consultar después de hacerte ese aborto (…) después de todo el proceso, la experiencia de abortar se transforma, mediante el socorrismo, es una experiencia para dar amor”.
Esto es una práctica política y no va a parar, trabajaremos por sacar el aborto del estigma, el tabú, la clandestinidad y la violencia, es un proceso para colectivizarlo generando espacios de confianza e informativos, seguiremos hablando sobre autonomía y decisión sobre nuestras cuerpas y trabajaremos por despenalizarlo en todo el país, porque nuestra decisión y nuestras vidas importan. ¡Será Ley!
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir”
