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De Arqueologías y Deconstrucciones

Por Paolo Sánchez

 

“La infancia termina con un beso”. Con estas palabras, El Invencible Verano de Liliana inaugura su segundo capítulo, ese intitulado Este cielo enojosamente azul. Una página adelante, remata: “No importa el nombre ni el lugar, importa el hecho solo. Importa el acontecimiento en sí”; todavía más, “Importa el suceso que, extirpado de todos los otros actos de la niñez, refulge, inmaculado, en su ser umbral, frontera, pasadizo secreto”.

 

Sirven estas palabras para mirar la vida en su irrupción histórica y acontecer. Expresada en la palabra, resguardada en la memoria, documentada en los archivos: en las cajas de recuerdos y en un cuaderno; en los poemas transcritos, en el recuento de viajes, de anécdotas y veranos invencibles.

 

Del libro muchas cosas pueden pensarse dadas sus condiciones multivalentes. Los tipos no se muestran claros y su historia navega entre relatos testimoniales, notas policiacas, versos perdidos en un diario y un oficio panfletario, porque la obra abraza un movimiento y ha sido abrazada en retribución.

 

Es un libro posicionado, claro en su lugar de enunciación. Sus líneas devienen en consignas que le delatan la temporalidad. Es lo que se escribe para dar lenguaje a aquello que al arremeter no encontró significantes. Ahora lo sabemos y no hay mejor estrategia para dar cuenta de ello que raptarle palabras a sus páginas. Ahora sabemos de los osos y los depredadores, del terrorismo de pareja, las relaciones patriarcales y los feminicidios; también sabemos de la demanda de justicia, de quienes no tenían la culpa y de los casos resonantes.

 

¿Qué otra cosa es? Un esfuerzo por deconstruir. No bajo la convención actual sino la precedente. Deconstruir como una estrategia para deshilvanar los centros. Una responsabilidad frente a la memoria: el deber de reevaluar la historia y las interpretaciones de su acontecer.

 

Es una búsqueda (creo que es también una búsqueda), sobre todo en un país que las obstruye, un país de archivos perdidos, uno temeroso de dar con los cachitos de su historia.

 

¿Y qué es lo que busca? Sigo creyendo, al pasar de los tecleos, que el libro es la búsqueda de un porvenir feminista (en razón de los abrazos mutuos), de lenguajes compartidos en los que sea posible encontrarse, hacerle justicia a la memoria y a la realidad presente.

 

Esta semana Cristina Rivera Garza fue galardonada con el premio Pulitzer por la categoría de memoria o autobiografía. El de la escritora mexicana es apenas el segundo reconocimiento que se concede con este pretexto y a tal pretexto escribo estas líneas.

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